No te voy a hacer leer mi currículum.

De nada.


No nací pensando en cambiar la educación, ni muchísimo menos en crear un SAS de inteligencia artificial.

En 1982, en Las Palmas de Gran Canaria, con un padre comisario de policía y una madre empresaria, simplemente no existía ese mundo.


Yo era la típica niña que veía los anuncios de la tele y decía: “yo de mayor quiero hacer eso”.

Me fascinaba que alguien pudiera colarse en mi cabeza y sorprenderme.

Me encantaban el diseño, las palabras, los giros inesperados, lo subliminal; era pura curiosidad con patas.


Me licencié en Publicidad, aunque más que una enamorada de la publicidad, siempre he sido una enamorada de la creatividad.

De las ideas que mueven.

De los conceptos que transforman la forma de mirar las cosas.

De eso que pasa cuando algo te hace pensar, sentir o decidir.

Y durante años trabajé precisamente en eso.


Pasé por Suavinex, por Tapelia, por una importante constructora y también por Cáritas,

hasta que un día cambié de tercio.

Monté mi propia empresa.


Y con ella comencé una nueva etapa donde nunca más me puse mala ;)

En 2008 puse a rodar dos proyectos a la vez en dos mundos antagónicos, aparentemente:


Uno fue Pequeños Pensadores, que empezó siendo extraescolares en colegios.

Recuerdo salir llorando aquel primer día y decir: “Esto no es para mí”.

Y aquí estoy hoy, tantísimos años después, viendo cómo aquella semilla se convirtió en el Método 7 Colores:

un método sólido y comprobado que hoy se imparte en muchísimos lugares de España y Latinoamérica.

(Y sigue creciendo  desde la publicación de mi libro Educar rompiendo el molde en 2025).


El otro proyecto fue mi querida escuela, Eleva,

que me abrió la puerta a grandes compañías nacionales e internacionales como Telepizza, MediaMarkt, Iberdrola, Coforauto o la Asociación Española Contra el Cáncer, además de numerosos claustros, centros educativos, asociaciones y equipos directivos que confían en nosotros para transformar su manera de aprender, liderar y relacionarse.

Pero Eleva es mucho más:

además de impartir formación certificada en 149 países en herramientas de transformación y desarrollo del potencial humano,

ha acabado convirtiéndose en una tribu inmensa y muy activa de profesionales ecointegrativos que van transformando el mundo por donde pasan.

Cuidando la integridad de las personas.

Sin farándula superficial motivacional.

Esa ha sido gran parte de mi cruzada: devolverle al coaching la dignidad que merece,

porque en los últimos años se ha desvirtuado tanto que, a veces, hasta da hasta vergüenza lo que se ve y se lee.


Como era de esperar, por puro placer y responsabilidad, en todos estos años no he parado de aprender y formarme —nivel cursillista profesional—.

Soy un culo inquieto, lo admito.

Pero voy a destacar dos formaciones clave en lo que es -y será- mi futuro profesional en los próximos diez años:


La primera  formación (o más bien formaciones):  IA para la educación, IA para la empresa, IA en las industrias creativas.

Sí, también soy una friki de la inteligencia artificial bien utilizada.

Y eso, junto a mi startup Kolbi, me ha llevado a convertirme en Vicepresidenta de la Asociación de Inteligencia Artificial de Castilla-La Mancha, todo un desafío.


Y la segunda: el Máster en Educación Personalizada, que me abrió la puerta al doctorado en el que ahora me encuentro.

Un doctorado en la UCLM centrado específicamente en aprender a aprender, apoyado en el desarrollo de una inteligencia artificial pedagógica: Kolbi,

mi startup, mi proyecto más tecnológico, ambicioso y necesario.


Una IA Pedagógica y Etica, que no enseña a pensar menos, sino a pensar mejor.

Y que espero con toda mi alma que funcione, o acabará cayendo aún más la inteligencia, en los próximos años debido a la delegación cognitiva.

Kolbi va de la mano de otros proyectos como Cuentopía,

una IA que estimula a niños hospitalizados de larga duración para resignificar su experiencia en el hospital a través de la co-creación de cuentos.

Porque, de nuevo, la creatividad —esa que me acompaña desde niña— abre el mundo de la metáfora, el lenguaje natural del inconsciente, y desde ahí se pueden hacer cosas inimaginables por el bien de los niños.



Como lees, en el fondo, mi historia no va de títulos, ni de empresas.


Va de seguir creando.

De seguir aprendiendo.

Y de seguir evidenciando que, cuando se unen creatividad, conciencia y tecnología,

el resultado no es una máquina:

es una revolución profundamente humana en las escuelas y en las empresas.


Valeria Aragón.